Talento para exprimir la fruta de su sustento.

Amelia zapata Ortiz, de 52 años, se le conoce en el sector del barrio Cristóbal la América como la dama de la naranja, su jugo de naranja con cola granulada, miel y proteínas es conocido por quienes lo han probado como levanta muertos. Su producto y el carisma para tratar sus clientes la llevan a vender todo el costal de fruta que carga.

Esta mujer trabaja con mucho esfuerzo para darles el sustento a sus dos hijos quienes están cursando segundo y cuarto de primaria en una escuela ubicada en el barrio 20 de Julio. Amelia tiene su puesto afuera de la iglesia de los dolores y dice que su fe la ha llevado a superar momentos difíciles en los que no se ha dejado ganar la guerra por las deudas o la falta de oportunidades, ella se la rebusca y trabajar honestamente la hace feliz.

El semáforo es amigo de esta profesional en ventas, mientras que esta en color rojo los conductores se fijan en esas provocativas naranjas que bajo un sol ardiente les hace un llamado, las voces no cesan… personas en carros particulares y en transporte público hacen sus pedidos. Entre venta que va y venta que viene la dama de la naranja puede llevar la comida a su casa y seguir cultivando los sueños de un mañana.

 AMO MI PROFESIÓN

Entre chulos, brillos, aretes, cosméticos y demás accesorios John Jairo Valencia se gana la vida en el puente del éxito de Colombia. Este hombre sabe que ser vendedor no es fácil y más cuando hay que lidiar con el genio de las personas, con los dueños de lo ajeno, con el clima inclemente y con los días no tan buenos en las ventas…sin embargo este vendedor ama su profesión.

Este trabajo es una profesión, no cualquiera es vendedor, afirma John. Este hombre de mirada tranquila, paciente en la espera de algún cliente, cuenta que es padre de una hija con la que no vive pero a la cual le ha brindado estudio por medio de las ventas que su puesto le proporciona.

Tiene cincuenta años y 25 de ellos trabajando como vendedor ambulante, un oficio de experiencia, un oficio de humildad. Se toma un café y fijando la mirada en el andén y pensando en vos alta dice: le doy gracias a dios por lo que tengo. La mañana se va rápidamente dándole paso a una larga tarde, en una silla echa de varilla y sin espaldar este hombre se sienta a leer la prensa y a esperar quien ha de llegar a buscar algo en su puesto que para él es su segundo hogar.